martes, 5 de noviembre de 2013

Del Adiós y otros demonios

He conocido mil adioses
el de la Muerte
deja un vacío lleno de dolor y rabia
imposible de aplacar,
se enrosca en los ojos
y ni ahogándolo en llanto
es posible desecharlo.

El del Desgano es leve como pavesa
que desprende el viento
de una hoguera ya muriendo,
deja un sabor incómodo en la tristeza,
su color es azul grisáceo
y levemente más frágil
que nube de tormenta,
solo hace falta
encontrarse con una corriente de aire
para que se vaya del cuerpo
nunca de las manos.

El del Miedo
es pertinaz y obstinado
deja un doloroso cansancio en las vísceras
y debes quitarte los zapatos
y caminarlo por calles empedradas de calaveras
a ver en cual otro adiós se reconoce
y allí dejarlo.

He conocido adioses efímeros
en los que ni siquiera una lágrima media,
son fáciles de decir
y se identifican
por su levedad
por su intemporalidad
se distinguen
por estar asociados
a la espuma
de los mares
y a veces de la cerveza.

El adiós de la distancia
no es nada tonto
y no llega como creen los más doctos
por correo o encomienda.
Va languideciendo quedamente
hasta tornarse casi invisible
a veces se troca
en gallardía o en orgullo,
pero muere de lentitud
y desesperanza
...en un impulso...
y el signo que lo caracteriza
es su flexibilidad de junco.
Tiene la asombrosa capacidad
de repetirse a si mismo
negándose
es allí cuando termina de desaparecer.

El adiós de la violencia
es casi tan duro como el de la Muerte
solo que este es más común
y si se le descuida
termina por hacerse de la cotidianidad,
su cara es realmente pavorosa.

El adiós de la Mentira
es como una metálica carcajada
y casi siempre es compañero
del anterior.
Suele presentarse a la una de la madrugada
cual fantasma chocarrero,
algunos silban como serpiente
y como estas huyen
perdiéndose entre las multitudes
son muy parecidos a los del engaño
solo que estos últimos
tienen la capacidad de presentarse
como un adiós,
convencidos de su total hipocresía.
Los conocemos
los vemos venir
los intuimos
pero siempre engañan.

Pero el más terrible de todos
es el implacable adiós de la incertidumbre
de lo desconocido,
tiene varios rostros
todos convergen en el pasado
y deben sufrirse una y otra vez
a veces hasta en mil vidas
y se repiten hasta que los dejamos ir
marcharse de la sangre,
por lo general
nos los envía el destino,
son como coros plañideros
como fuegos fatuos
que se encienden en las manos
o en el sexo,
no hay forma de reconocerlos
hasta que transforman
su aletear de mariposas
en cadáveres de piedras
que se alojan
entre pulmones y estomago
por veintiún días
siete horas
y treinta y cinco minutos
en ningún caso los segundos son problema.

Este dado a confundirse
con la espesura de otros adioses
de modo que su tonalidad
de cuatro puntos
a veces cinco
tiende a hipnotizarnos
de monotonía
a veces la confusión no es tal,
tiende a acompañarse
en combinaciones
convirtiéndose entonces
en Adiós-Incertidumbre-Desconocido-Muerte o
            -                    -                   -Mentira o
            -                    -                   -Distancia o
en         -                    -                   -Violencia o
en Adiós-Incertidumbre-Desconocido-Levedad
aún de estas combinaciones
es posible salvarse
rodeándoles de flores rojas de cualquier tipo
pero especialmente de rosas amarillas,
es ahí, cuando con un montón de suerte
puede trastocar su sentido
y tornarse en Saludos o
                    Bienvenidas o
                    Regresos o
                    Reconocimientos o
                    Esperanzas ciertas o
                    Abrazos.

Claro
Siempre y cuando
quien los profiera
este dispuesto
a salvarse
de la Soledad
                    aunque crea
                    que le gusta
                    mucho.

Caracas, 26/11/95

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